jueves, 19 de agosto de 2010

¿Acaso no es lo mismo?



- ¡Niña! ¡Eh, chica!


- Bebe un poco de agua. Llevas casi toda la tarde corriendo carretera arriba y abajo.
- Estoy entrenando.
- ¿Para qué?
- Porque me gusta.
- ¿No compites en carreras?
- Ahora ya no.
- Quítate los zapatos. Estarán agotados.
- ...
- ¡Venga! Es hierba, no lava.


- ¿Te gusta?
- Sí.
- Te lo regalo si quieres.
- ¡Otto! ¿Para que va a querer ésta chiquilla un dibujo de un cementerio? Si dibujases cosas más alegres...
- Martha, un cementerio es, hoy en día, uno de los lugares más felices del mundo.
- No me importa. Yo también dibujaba cosas tristes.
- ¿Y ahora ya no?
- Siempre llega un día en que eres incapaz de dibujar cosas tristes.
- El mundo no puede estar mal por siempre ¿verdad?
- ...
- Pero..¿Qué cosas tristes va a dibujar una muchacha como tú?
- Gente.
- ¿Gente triste?
- Sí.
- ¿Y por qué...
- ¡Sophie!
- Es mi abuela. ¡Ya voy! Adiós. Y gracias por la merienda. Y por el dibujo.
- Adiós.


- No deberías hablar con cualquiera Sophie. Nunca sabes de quien se puede tratar. ¿Quienes eran?
- Otto y Martha. Ya los conocía. Los vi en Stuttgart cuando fui a un festival de la BDM.
- ¿De qué se supone que hablabais?
- De dibujar. Él dibuja, como yo. Sólo cosas tristes. Yo le dije que dibujaba al señor Riegner.
- ¿No le habrás dicho que era judío verdad?
- ¿Acaso importa abuela?
- ¿Lo has dicho o no?
- Sí. Dije que era una persona triste.
- ¿Dijiste una persona triste o un judío?
- ¿Acaso no es lo mismo?


- ¡Qué suerte has tenido Sophie! Ese Otto amigo tuyo, es pintor. Me han dicho que no es muy bueno, pero ya tienes con quien pasar el tiempo. Me han dicho que se pasa horas abajo en la pradera, pintando y pintando.
- ¿Puedo pintar con él?
- Supongo que sí. Siempre y cuando tu no seas un estorbo.
- ¿Aunque pinte cosas tristes?
- No pinta cosas tristes, Sophie. Pinta la realidad. Además, no creo que te pegue su tragedia. Él vivió cosas, según me han dicho, que tú no has vivido ni vivirás.
- ¿Cómo lo sabes?
- No se nada. Lo cierto es que la piedra sigue ahí, esperando a que alguien vuelva a tropezar...
- ¿Qué dices?
- Nada Sophie. Cielo, vete a pintar con el señor Dix. Que te enseñe todo lo que sabe, a ver si así te conviertes en una gran pintora.



- Mi abuela dice que me enseñes todo lo que sabes.
- ¿Sobre qué?
- Sobre todo, supongo.
- Verás, todo empezó en 1914. Yo tenía veintitrés años...

No hay comentarios:

Publicar un comentario